Octubre de 2023
Trabajando a orillas del puerto
Amanece sobre la capital de la isla dormida. Palma de Mallorca sigue tranquila, tan solo se vislumbran grandes acontecimientos en el puerto: la borda metálica de carga del transbordador se apoya en los muros del muelle con un sonido chirriante y metálico. Los pitidos y el parpadeo de las carretillas elevadoras rompen la calma matinal. Y entonces llega el momento: una LTM 1650-8.1 azul sale de la cubierta.
Carga muy frágil para la máxima sobre ocho ejes
La grúa móvil Liebherr fue trasladada desde la península española a la isla mediterránea el pasado mes de septiembre para una operación especial: en el puerto de Palma de Mallorca, había que desmontar la jarcia de aluminio de 72 metros de eslora y 24 toneladas de peso de un superyate. El izaje fue coordinado por la empresa tradicional mallorquina Grúas Pol en colaboración con Grúas Leman y la empresa de aparejos RSB Rigging Solutions. No es tarea fácil, ya que la enorme jarcia incluye no solo el mástil, sino también la jarcia de alambre y la llamada «jarcia firme», es decir, puntos de sujeción o desviación hechos de varillas de acero inoxidable estiradas y de gran diámetro que mantienen el mástil erguido y en posición. «Durante esta inspección periódica, levantamos el mástil de la embarcación, lo bajamos, desmontamos todo y llevamos a cabo las tareas de mantenimiento. Después volvemos a montar todos los componentes para que el yate quede listo para su uso», explica Steven Branagh, propietario de RSB Rigging Solutions.
Si sacamos la jarcia de la embarcación, se vuelve bastante inestable. Se mueve mucho de un lado a otro, así que tenemos que prestar más atención a las condiciones del viento durante todo el proceso.
Delicadeza y poco viento
El hecho de que el proceso en torno a las obras de mantenimiento sea tan delicado no solo se debe a que un mástil de este tamaño cuesta entre cinco y seis millones de euros, sino también a una multitud de factores que pueden afectar a la tarea en cuestión. «Si sacamos la jarcia de la embarcación, se vuelve bastante inestable. Se mueve mucho de un lado a otro, así que tenemos que prestar más atención a las condiciones del viento durante todo el proceso», continúa Branagh. «Como el mástil es frágil, también se precisa una enorme delicadeza», añade el gruista Pedro García Salas. Además, una misión de este tipo requiere muchas horas de planificación y preparación. Así que seis aparejadores pasaron unos diez días preparando la jarcia para el izaje, para asegurar una colocación suave. Además, todos los profesionales implicados en el proyecto, desde los aparejadores hasta el equipo de operaciones, colaboran para crear las condiciones necesarias para que la plataforma se desplace con la mayor fluidez posible. «Lo último que necesitamos aquí es una grúa oxidada o con mal aspecto. Por eso me alegré mucho cuando vi en el muelle una grúa Liebherr nueva de Grúas Leman, porque supe que eso nos facilitaría mucho el trabajo», añade Branagh. Por razones operativas, la grúa de 700 toneladas se envió expresamente desde la península a la isla balear: como el cliente quería que RSB Rigging Solutions revisara su yate, pero la grúa más grande disponible en Mallorca no tenía suficiente capacidad de elevación para este trabajo, Grúas Pol organizó el envío de la Liebherr LTM 1650-8.1 de Grúas Leman desde la España peninsular.
De la vertical a la horizontal
Pero, ¿cómo llega el mástil de la vela oscilante desde el gancho de la grúa en posición horizontal sobre los bloques de transporte hasta el astillero? Para este proceso, igualmente delicado, se necesita una segunda grúa cuyo gancho se fija al extremo inferior del mástil de aluminio después de haberlo izado desde el yate y haberlo estabilizado. Para este proyecto, el proveedor local de servicios de transporte utilizó una LTM 1200-5.1 de su propia flota. «En tándem, las dos grúas colocan así el aparejo en posición horizontal», explica Ed Juárez, director responsable del proyecto en Grúas Pol. A continuación, los conductores de grúa maniobran con cuidado el mástil hasta los caballetes de transporte para que el equipo de construcción y otros contratistas puedan trabajar en él sin problemas. Un aparejo de vela de este tamaño suele tardar entre 12 y 18 semanas en revisarse en el astillero. Esto incluye, entre otras cosas, la limpieza del mástil, el mantenimiento y la inspección de los accesorios y, si es necesario, trabajos de pintura. Cuando los aparejadores han terminado todos los trabajos de mantenimiento, vuelven a montar la jarcia y la instalan con el mismo cuidado de nuevo a bordo del yate.