9 minutos | revista 01/2022
Déjà vu en el lago Ammer
Viento, viento, viento. Todas las personas relacionados con grúas o con usos de estas máquinas de elevación lo sabemos: el viento siempre supone un problema para las grúas.
Montaje de la cubierta en una potente antena parabólica con grúas móviles de Liebherr
Cuando las velocidades del viento son excesivas, trabajos delicados de montaje puede retrasarse durante semanas, haciendo que los planos detallados sean absolutamente inútiles. Suele ser habitual tener que esperar varios días durante el montaje de, por ejemplo, grandes aerogeneradores. En los parques eólicos, por seguir con el ejemplo, las grúas dejan de trabajar cuando el viento sopla a más de seis o nueve metros por segundo en función de la altura de elevación y el tipo de carga. En Liebherr, calculamos con precisión estos límites para los complicados trabajos de elevación de nuestros clientes. Durante el otoño pasado, se llevó a cabo un montaje muy sensible con respecto al viento en el sur de Alemania, donde tuvo que establecerse un límite de nada más y nada menos que dos metros por segundo.
2010
Un breve resumen: una intensa tormenta con el bonito nombre de Bianca atravesó amplias zonas del sur de Alemania en febrero de 2020. En algunas zonas, las estaciones meteorológicas registraron vientos de más de 160 kilómetros por hora. Tampoco se libró la región al sur del lago Ammer (Baviera). Desde 1963, la cubierta protectora esférica de la «antena 1» de la estación terrestre de Raisting puede verse desde lejos como una enorme seta. El monumento industrial se conoce como «Radom», derivado de las palabras inglesas «radar dome» (cúpula del radar). Su cubierta blanca, una casi esfera con una superficie de 5300 metros cuadrados que mantiene su forma gracias a un ventilador, sufrió las consecuencias del temporal. Desde entonces, la antena direccional de color rojo que se encontraba en su interior está a merced del viento y de las inclemencias del tiempo. La evaluación de los daños, la licitación, la planificación y la producción de una nueva membrana esférica llevó mucho tiempo.
¿Origami? Para nada. Pero doblar es todo un arte. Se separa la enorme lona, con una superficie total de 5300 metros cuadrados. Una tarea imposible sin la ayuda de la grúa móvil. Al fondo, más antenas parabólicas de la estación terrestre de Raisting.
Grúa más fuerte: mayor estabilidad
«La planificación de este trabajo me ha mantenido ocupado durante más de un año», revela Johann Würz. Würz dirigió el trabajo en la región subalpina de Baviera para la empresa de grúas BKL Baukran Logistik GmbH. Hace solo once años, una grúa móvil LTM 1400-7.1 de Liebherr del mismo arrendador había sustituido la membrana, que por aquel entonces tenía casi 50 años de antigüedad y se había vuelto porosa. Al principio, Würz quería utilizar una grúa LTM 1500-8.1 para el trabajo actual. «Posteriormente, se reprogramó y se decidió que el borde de la cubierta se desplegara sobre el Radom. Obviamente, el viento cuenta con más superficie para influir y, por lo tanto, recurrimos a nuestra nueva LTM 1650-8.1», la grúa móvil más potente de la gran flota de la empresa. «Considerábamos importante garantizar suficiente seguridad y disponer de reservas. También debíamos estar bien preparados para cualquier sorpresa», afirma el experimentado profesional.
Tubo grueso: Se utilizan enormes mangueras llenas de presión de aire. También para proteger la instalación técnica y la membrana cuando se coloca sobre la antena direccional.
Johann Würz envió una LTM 1230-5.1 a Raisting como grúa adicional para trabajos con cesta para personas y para montar la grúa grande. La moderna grúa de cinco ejes llegó unos días antes. Con su ayuda, la membrana fabricada en Turquía se retiró del camión, se desembaló y se desplegó sobre una superficie preparada. La carga, de unas diez toneladas, no podría haberse movido sin el potente brazo de la grúa móvil. Antes de colocar la nueva cubierta protectora, se tuvo que instalar una enorme manguera de aire, un tubo de un metro de diámetro, a lo largo de su abertura para separar la parte inferior abierta en el momento de elevarse sobre la antena parabólica. Otras mangueras llenas presión se instalaron con la ayuda de escaladores industriales y grúas situadas alrededor de la antena para proteger tanto la lona como la instalación técnica del monumento industrial.
Datos clave del ascensor:
5.300 meteros cuadrados
2 m/s de viento máximo
10 toneladas
En cuanto se desplegó el plástico, unas débiles ráfagas de viento revelaron la enorme superficie de la membrana, sensible incluso a ligeras brisas. Los operadores en el suelo estaban ocupados intensivamente con domar la lona que colgaba del gancho de la grúa. Rápidamente quedó claro que no podía existir ni una ligera brisa durante el montaje de la antena.
Brisa ligera: Un poco de viento dificultó el manejo incluso durante las labores de preparación. Aquí, los 5300 metros cuadrados de la lona de plástico parecen como una enorme vela.
Veto del operador de la grúa
De hecho, las ráfagas de viento pusieron patas arriba la planificación. El día de la instalación programada, el anemómetro del plumín abatible de la LTM 1650-8.1 registró vientos excesivos en la cabina de la grúa. Todo y todos estaban listos cuando, con la creciente brisa, el operador de la grúa consultó a todos los implicados y decidió vetar los trabajos por ese día. La idea era volver a intentarlo a la mañana siguiente. Los meteorólogos habían previsto una pequeña ventana con poco viento, por lo que el trabajo debía comenzar mucho antes del amanecer.
Todo bien: Relajado, el operador de la grúa de BKL, Steffen, contempla el paisaje nocturno. La previsión meteorológica y el anemómetro del plumín de la grúa indican que casi no hay viento. Las mejores condiciones para elevar la nueva cubierta del «Radom».
Una niebla espesa cubría la obra cuando la zona volvió a llenarse de vida poco después de las cinco de la mañana. Las previsiones del día anterior fueron ciertas: ni rastro de corrientes de aire, por lo que por fin se pudo empezar a trabajar. Antes del amanecer, llegó el momento de abrir el gancho y la enorme membrana blanca emergió lentamente entre la niebla. Cuando el operador de la grúa de BKL, Steffen, había elevado su carga hasta los casi cien metros de altura bajo gancho, los equipos con cuerdas de fijación empezaron a utilizar cabrestantes y fuerza muscular para extender cada vez más la abertura de la capa. El rojo de la antena parabólica desapareció lentamente tras la gigantesca cortina blanca. El resto fue rápido: al anochecer, el tejido se había cerrado herméticamente con la base redonda de la instalación y la enorme cúpula se llenaba con una ligera sobrepresión. Después de dieciocho meses, el «Radom» recuperó su cubierta protectora.
En Raisting o, mejor dicho, en Radom Raisting GmbH, una filial del distrito de Weilheim-Schongau, confían en estar bien preparados para el futuro. «Encargamos la cubierta híbrida, formada por un centenar de piezas individuales, de manera que las tiras diagonales del tejido se alineen en función de las fuerzas ejercidas y puedan absorberse con mayores reservas», explica René Jakob, gerente de Radom Raisting GmbH desde hace muchos años. «Y estamos satisfechos de que todo haya salido tan bien».
Desde la llegada a la luna hasta la «Guerra Fría»
Hasta su clausura en 1985, la estación receptora de satélites desempeñaba un papel esencial en la comunicación por radio y las telecomunicaciones de todo el mundo. Sin lugar a dudas, el uso más significativo de «Radom» consistió en transmitir la llegada a la luna de la misión Apolo 11 en junio de 1969. Desde el centro de la NASA en Houston (Texas), la señal de televisión se transmitió por satélite a la antena parabólica de Raisting y, desde allí, a gran parte de Europa. El «Radom» también permitió la retransmisión mundial de los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich. Además, las fuerzas armadas estadounidenses desplegadas en Alemania Occidental utilizaron la estación terrestre para conectarse de forma segura con Estados Unidos durante la Guerra Fría.
Este artículo fue publicado en la revista UpLoad 01 | 2022.